Sergio
Araujo vuelve a aparecer en la mejor versión de sí mismo. Ya Quique Setien le
advertía, en la rueda de prensa previa al partido, que no tuviera ansiedad por
meter goles, que estuviera tranquilo y trabajara para el equipo. Como un padre
a un hijo, el míster parecía decirle que lo querrá aunque no meta goles, pero que haga
sus tareas, las tareas que el equipo le propone. Y así hizo. Y sintiéndose
querido también él quiso entregar su amor a su entrenador, a la afición y al
equipo, y nos brindó dos bonitos goles.
Ya
escribía Sigmund Freud en el texto de 1921 “Psicología de las masas y análisis del
yo” que lo que limita el egoísmo de la persona es el amor a otros. Es por amor que dejó de pensar en mi mismo, porque inicialmente todos somos
egoístas. Al principio, es por el amor
a los padres. Luego a los profesores, a los amigos, a la novia y
el novio, a los demás. El amor es lo que nos hace poder llevar adelante un proyecto
con otros y entre otros.
En el
fútbol, como en todo deporte grupal, existen los lazos afectivos entre los miembros del equipo, lazos que son de naturaleza sexual, coartados en su fin, en el fin sexual principal, pero manteniendo la misma energía. Lo que mantiene unido al
grupo, al equipo, son estos lazos entre sus miembros, y los de cada miembro con el líder del equipo.
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